Los blanquecinos haces de luz que emite el proyector a
través de la oscuridad, se agitan en oscilante sube y baja, esbozando en la pantalla gigante a una sensual pareja que se enfrasca en obscenas y acrobáticas posiciones sexuales. Tan lúbrica escena sume a los presentes en un tenso silencio que es agradecido con toscas bocanadas de humo que colman la platea del Cine Imperio, convertido en uno de los últimos recodos del cine porno en Lima, ubicada en la Av Tacna 230.

Un imperio del porno y algo más
Con anuncio

El que atiende la boletería, a través de una ventanilla diminuta, mira áspera y fijamente a los parroquianos por encima de sus anteojos y, si son de marcada apariencia juvenil, se asegura siempre de que portan el respectivo DNI. El boleto de papel periódico rosa contiene las justificaciones del precio y aclara que “vale para la función del día de su venta”. Es decir, que otorga el derecho a presenciar cuanta película pornográfica se transmita desde las 4 de la tarde hasta las 11 de la noche.
Adentro se respira un olor a madera vieja. La platea está conformada por

Ahora unas 15 personas, sumidas en el anonimato por la oscuridad, observan el primer plano de la cara de una mujer rubia que es bañada de una lluvia blanca. Tal escena constituye el desenlace de la película. Pero los parroquianos se quedan para la siguiente. Aún no se empalagan de tanto sexo ajeno que les llega desde la pantalla. De pronto, lo inesperado: un voluptuoso travesti empieza a merodear por toda la platea.
Mezanine: prostíbulo gay con vista preferencial
Los que van llegando se acomodan a los extremos, parece que conocen bien el camino. Se recuestan sobre la butaca colocando sus pies sobre la que está enfrente y encienden el primer cigarrillo. Entonces, un joven delgado, con polo y pantalón jean apretado, interrumpe la atención de un parroquiano. Se le acerca quebrándose en 90 grados hacia él y le habla al oído. Luego de unos minutos de conversación acariciándole el cabello se aleja y regresa con su acompañante, el travestido.
Los cigarrillos no cesan, cada cierto tiempo, las chispas se encienden en medio de la oscuridad. El travesti y su acompañante están sentados al fondo, conversado de quién sabe qué asuntos. Se ríen por momentos desinteresados por completo en la morena quebradiza que retoza bulliciosamente con un varón tremebundo sobre un sofá. El joven delgado regresa a insistirle al parroquiano. Pero este no muerde la carnada. De inmediato, se aproxima a un grupo de tres muchachos más jóvenes.
Se sienta ju

Ellos lo rechazan: “No le entramos

Uno de ellos, animado por la curiosidad y la de sus amigos, se acerca y sube los primeros escalones. David insiste, grita. Pero el muchacho regresa donde sus camaradas y les narra lo que llegó a ver. Arriba, en el mezanine, un viejo colchón tirado en el suelo es el lecho donde David y su amigo travesti mantienen relaciones homosexuales con eventuales clientes que logran conseguir entre la platea: sesentones angustiados, jóvenes y señores que tienen una turbia rutina secreta en el Cine Imperio.
David se aproxima de manera más atrevida a los jóvenes, queriéndoles decir

David regresa con su amigo travesti. Los despiden con besos volados desde la puerta y al tiempo que encienden sus cigarrillos se adentran nuevamente en la oscuridad. Sólo ellos saben si se prostituyen por necesidad o por placer. Nuevos parroquianos van llegando. La noche de la avenida Tacna se va quedando solitaria y se pone más fría y neblinosa. David y el travesti esperan confiados de que el Imperio del porno atraerá el “amor” y quizá, con un poco de suerte, también el dinero...
1 comentario:
Tan solo preguntaría si la curiosidad aún vive en ti para navegar por otros oscuros, raros; pero aún más curiosos lugares de la vieja Lima.
Te linkeo ...
Publicar un comentario